Milagro de Navidad en los Andes

Milagro de Navidad en los Andes

Cuando ocurren no lejos de estas fechas desgracias tales como un accidente natural, un secuestro o algún otro tipo de incidente que tiene a personas aisladas o alejadas de sus familias, una de las frases más recurrentes de las autoridades es la promesa o el deseo de llevarlas a casa “antes de Navidad”. Hace 38 años, ese deseo se cumplió en la frontera entre Chile y Argentina.

 

El muy publicitado caso del accidente en la mina San José de Copiapó, del norte de Chile, en el cual unos 33 mineros quedaron atrapados luego del colapso de la mina en la que trabajaban, tras lo cual pasaron 69 días a 700 metros de profundidad antes de su espectacular rescate, invitó a muchas comparaciones con un caso similar en naturaleza e igualmente muy publicitado a través de los años, pero mucho más dramatico y con un costo humano mucho mayor.

Se trata del accidente del Vuelo 571 de la Fuerza Aérea Uruguaya, conocido alrededor del mundo como el “Milagro de los Andes”, que el 13 de octubre de 1973 (no pocos han aprovechado el valor sensacionalista extra que le dió al asunto el hecho de que aquél día fue un viernes) dejaba a 32 personas atrapadas, seis muertas y siete desaparecidas (números que, por supuesto irían cambiando con el tiempo, al volverse más precaria la situación).

Su rescate no se daría sino hasta el 23 de diciembre, cuando tres de los pasajeros del avión, tras un arduo y peligroso viaje, lograron conseguir la ayuda de un huaso chileno quien alertó a las autoridades del incidente.

Libros, películas y numerosos documentales han inmortalizado la odisea de los sobrevivientes de los Andes.


VIVOS


La odisea dio inicio, en realidad, el 12 de octubre de 1972. Una aeronave Fairchild FH-227D de la Fuerza Aérea Uruguaya transportaba al equipo de rugby del Old Christians Club de Montevideo a Santiago de Chile, donde tenían programado un encuentro.

Los pilotos del avión se vieron obligados a hacer una escala en Mendoza, Argentina, debido al mal estado del clima, que no les permitiría hacer el vuelo directamente hasta Santiago.

Al día siguiente, la nave dejó Mendoza. Debido a la capacidad del avión, los pilotos no pudieron simplemente sobrevolar los Andes, por lo que decidieron volar en forma paralela a la cordillera hasta poder pasar al lado chileno al sur de la localidad de Curicó.

La visibilidad era escasa en el avión al momento en que este cruzaba  la cordillera, y el piloto del avión cometió el error de asumir que ya se encontraban sobre Curicó, cosa que notificó a Santiago de Chile, donde le autorizaron a iniciar su decenso.

La visibilidad seguía siendo nula cuando el Fairchild FH-227D golpeó un pico montañoso, un impacto de tal fuerza que no sólo arrancó limpiamente el ala derecha del avión, sino que la envió a impactar contra el estabilizador vertical de la cola del avión tan violentamente que lo separó por completo del fuselaje.

Un segundo impacto contra otro pico dejó al avión sin su otra ala. El avión, nada más que un fuselaje, se deslizño montaña abajo hasta quedar atrapado en la nieve. El avión ni siquiera había dejado la Argentina, pues el accidente se produjo en la localidad de Marlagüe, Mendoza.



El saldo inmediato del accidente fue de 13 de los 45 ocupantes del avión muertos o desaparecidos, incluyendo a toda la tripulación del avión. El panorama que enfrentaban los 32 sobrevivientes era como mínimo desalentador: muchos de los sobrevivientes tenían fracturas o laceraciones de relevancia, el grupo carecía por completo de vestimenta adecuada para el frío extremo de esas alturas y, lo más importante, carecían de implementos médicos para tratar a los heridos.

La nula existencia de animales o plantas en la zona descartaba mantenerse por medio de la caza o la recolección. A medida que pasaban los días, y las provisiones se reducían a un ritmo alarmante, los sobrevivientes comenzaron a depredar el fuselaje buscando el cuero de las maletas de equipaje o paja en los asientos del avión. Finalmente, el grupo tuvo que recurrir a alimentarse de los cuerpos de los fallecidos.

Además, aunque el agua no sería un problema (se podía conseguir simplemente derritiendo la nieve), la comida con la que contaban era escasa.

Un factor adverso que se sumaba a estos era el color blanco del avión que, mimetizado con la nieve en la que se había atorado, era prácticamente invisible desde el aire, lo que haría difícil que grupos de búsqueda y rescate los encuentren desde aviones o helicópteros.

En ese aspecto, la situación se volvió incluso más desesperada al octavo día de hallarse perdidos los rugbistas y sus acompañantes, cuando las autoridades chilenas decidieron abandonar la búsqueda. Los sobrevivientes oyeron la noticia por medio de una pequeña radio que encontraron en el avión.

BUSCAR AYUDA



Los sobrevivientes consideraron sus opciones, y decidieron que si la ayuda no vendría hasta ellos, algunos de ellos debían ir a buscarla.

 La idea era que un grupo de expedicionarios, compuestos por Nando Parrado, Roberto Canessa, Numa Turcatti y Antonio Vizintín, viajaran hacia el Oeste para buscar ayuda chilena (los pasajeros, al igual que los pilotos, pensaban que ya estaban en Chile, a pocos kilómetros del campo, mientras que en realidad seguían en Argentina).

 Antes de este viaje, sin embargo, la calamidad volvió a azotar a los sobrevivientes en la forma de una avalancha que acabó con la vida de ocho de ellos.

El viaje inició unas siete semanas después del accidente, cuando la primavera trajo un clima relativamente menos frío. Al poco tiempo, los expedicionarios se toparon con la cola del avión, que había sido arrancada por el ala tras el primer impacto. Alrededor y dentro de ella estaban numerosas maletas con pertenencias e incluso algunos alimentos, junto a lo más importante, las baterías del avión, que, según juzgaron los sobrevivientes, podían alimentar la radio de la aeronave.

Sin embargo, tras un viaje de vuelta al fuselaje y un regreso al avión, se dieron cuenta de que no funcionaría (la radio trabajaba con corriente alterna, mientras que las baterías producían corriente directa). Era obvio que la única esperanza de escape yacía en escalar la montaña hacia Chile.

RESCATE ANTES DE NAVIDAD


Así, el 12 de diciembre, Parrado, Canessa y Vinzintín (Turcatti habái sucumbido a sus heridas) emprendieron la escalada con el Oeste como su objetivo. Cuando llegaron a la cima del pico de 4.800 metros de altura, decidieron, con la intención de ahorrar sus provisiones, que Vinzintín debía volver al sitio del accidente y esperar con los demás sobrevivientes.

Tras varios días de viaje, los expedicionarios llegaron  un pequeño valle y alcanzaron el río Azufre, que siguieron hasta que salieron de la región nevada.Una tarde, ya al límite de su energía, los rugbistas se detuvieron a descansar a orillas del río, y uno de ellos notó que un hombre montado en un caballo se hallaba al otro lado.

Se trataba de un huaso (jinetes chilenos similares a los gauchos argentinos). Los jóvenes, a pesar del ruido del río y de sus pocas fuerzas, lograron llamar la atención del huaso, aunque no pudieron comunicarse con él por el ruido. El huaso, llamado Sergio Catalán, comentó su encuentro con los jóvenes en el pequeño rancho donde se estaba quedando, y los presentes dedujeron que se podría tratarse de sobrevivientes del vuelo desaparecido, aunque no estaban seguros.

Al día siguiente, Catalán regresó al río y, tras arrojarles alimento a los sobrevivientes, se cersioró de que se trataba de pasajeros del vuelo siniestrado por medio de un papel atado a una roca que lanzó hacia los expedicionistas y que estos le devolvieron.

Catalán cabalgó hasta el puesto policial más cercano con la noticia, y de ahí esta fue transmitida a Santiago.



Al día siguiente, y mienras reporteros de varios países iban a la estancia donde otros huasos habían llevado a Parrado y Canessa, rescatistas viajaron en dos helicópteros hasta el lugar del accidente. Incluso el rescate probó ser dificultoso, y la mitad de los sobrevivientes tuvieron que quedarse una noche extra en el sitio del accidente, acompañados por rescatistas.

El 23 de diciembre, una segunda expedición se presentó a llevar a la civilización a los sobrevivientes restantes. En total, de los 40 pasajeros del avión, 16 personas escaparon con vida de los Andes, aunque la mayoría en precario estado de salud.

Seguirían las revelaciones (portadas de diaros dedicadas a la antropofagia a la que debieron recurrir para sobrevivir), los libros, los documentales, las películas y el recuerdo de la pesadilla, que de seguro seguirá a los sobrevivientes hasta el fin de sus días. Fuente. ABC.Color

 

 
Prensa Digital Paraguaya
 
"Somos lo que pensamos.
Todo lo que somos surge
con nuestros pensamientos.
Con nuestros pensamientos,
hacemos nuestro mundo" (Buda).
Publicidad
 
Empresa selecciona 12 personas
para trabajar con Internet.
$2800 por mes, 2 hs por día.
No es venta, no es Herbalife

www.tenermas.com/dinerointeligentehoy
 
Hoy habia 8 visitantes (9 clics a subpáginas) ¡Aqui en esta página!
Este sitio web fue creado de forma gratuita con PaginaWebGratis.es. ¿Quieres también tu sitio web propio?
Registrarse gratis